Como siempre, cuando tú crees que vas a dar algo desinteresadamente a los demás, resulta que en realidad eres quien sale ganando. Tu objetivo es esforzarte en dar, pero recibes mucho más. Nunca dejará de sorprenderme, y no se si llegaré a entenderlo realmente algún día, pero ésta es mi experiencia.
La obra de teatro que hacemos todos los años en Navidad para niños con problemas económicos es un claro ejemplo de ello.
No es lo mismo hacer voluntariado con niños, con ancianos, con enfermos o discapacitados, etc. Cada grupo me ha dado una lección para mi vida, y ahora toca hablar de qué me ha aportado hacer voluntariado con niños, que personalmente es el grupo con el que más me siento identificado.
Solemos llegar todos los años temprano por la mañana, para disfrazarnos y hacer un último ensayo general, que suele ser en el patio, rozando los cero grados en enero, para que los niños no nos vean. Después de otras actuaciones, nos toca a nosotros subirnos al escenario y es cuando empieza el huracán. Nosotros empezamos a actuar, pero no estamos solos, los niños gritan, se ríen, se enfadan, nos responden, y se asustan, se sumergen en el mundo que les proponemos con mayor facilidad incluso que nosotros mismos.
No son espectadores, lo viven, se divierten, se ilusionan. Esta es la lección. La vida es como esa obra de teatro donde nosotros somos, o deberíamos ser, esos niños que pese a todas sus circunstancias guardan, mantienen y expresan su ilusión. Y no porque esto sea muy bonito y los tópicos nos digan que eso es lo que hay que hacer. Yo lo digo y lo defiendo porque en mi vida, en mi experiencia, lo que me hace levantarme con una sonrisa y acostarme con otra mayor es la ilusión. Ilusión por lo que sea, y cada uno la suya. No he encontrado mejor combustible para la vida cotidiana y mejor medicina contra la apatía. Porque al final la vida es el día a día, así que vivámosla, divirtámonos, ilusionémonos.
Es una lección de humildad también aprender esto de un grupo de niños donde algunos apenas saben hablar todavía y otros, que sin llegar a los diez años, lucen pendientes y cortes de pelo de futbolista millonario.
En Iuve he aprendido que voluntario se es, y merece la pena serlo, las veinticuatro horas del día, y sin ilusión, yo eso no se cómo se hace.
Chema Sánchez Laforet.
No hay comentarios:
Publicar un comentario